Fey había advertido tres veces a Rika sobre su estiramiento antes de que el beta mayor decidiera que no valía la pena hablar verbalmente con Rika nunca más.
Fue sorprendente cuando Fey alcanzó la mano de Rika y la sostuvo firmemente en la suya, pero valió la pena cuando ayudó a que el ritmo cardíaco de Rika se calmara instantáneamente.
La ansiedad que se gestaba en la mente de Rika también comenzó a disminuir lentamente, y Rika no pudo evitar suspirar aliviada, relajando todo su cuerpo. El peso en su pecho pareció levantarse, y sintió una calma que no había experimentado en mucho tiempo.
Finalmente notó que el médico había estado en espera todo este tiempo, y estaba listo para intervenir en caso de que Rika se lastimara demasiado.