Mauve viajaba en el carruaje en silencio. Prácticamente no había nada de qué hablar y la última persona con la que quería hablar era Erick.
Ella mantenía la vista fuera de la ventana para no tener que mirarlo. De repente, su estómago gruñó fuertemente y por el rabillo del ojo, vio a Erick dando un respingo en su dirección.
Él entrecerró los ojos hacia ella —¿No has comido? —preguntó con sarcasmo.
—No tengo hambre —dijo ella y se volvió.
No tenía, de verdad. Se había olvidado por completo que no había comido hasta que su estómago gruñó.
—Pues, tienes que comer algo. Tu estómago ha estado gruñendo desde hace un rato. Solo porque ese fue el más fuerte, no significa que haya sido el único —comentó Erick.
—No tengo hambre —dijo ella, todavía mirando hacia otro lado.
Erick le dio una mirada de desaprobación —No me importa, come algo aunque sea un bocado. Estar aquí sentado escuchando cómo gruñe tu estómago es un poco irritante.