—En unos cuarenta y cinco minutos —dijo Mill.
Jael sonrió con suficiencia:
—Eso debería ser suficiente tiempo. Puedes retirarte, Mill —ordenó.
—Gracias, Señor —dijo ella haciendo una reverencia—. Volveré enseguida con más agua y otro baño.
—No hay necesidad de eso —respondió Jael—. Solo más agua estará bien.
—Sí, Señor. —Al levantar la cabeza, echó un vistazo a Mauve antes de girarse, y salió de la habitación con el sirviente a su zaga.
—¿Suficiente tiempo? —preguntó Mauve, girando todo su cuerpo mientras se sentaba en la cama para mirar a Jael—. ¿Para qué? —preguntó inocentemente, sus ojos brillantes mirándolo mientras él yacía en la cama.
Jael sonrió con suficiencia:
—Estoy seguro de que puedes adivinarlo —desvió la mirada de la puerta para mirarla.
Mauve se sonrojó y se giró para evitar su mirada:
—No, no puedo —susurró.
Jael se incorporó a una posición sentada y, acercándose más, dijo:
—Es lo menos que puedes hacer considerando que has permitido cada interrupción.