Jevera estaba en las escaleras presagiando el salón de baile. Sus ojos escaneaban la planta baja mientras observaba a los ocupantes. Tomándose su tiempo, bajó un escalón tras otro con la barbilla en alto.
Miraba condescendientemente, observando a todos los que la miraban. El salón de baile estaba más lleno de lo que esperaba, la mayoría de los vampiros habían llegado y había algunas caras desconocidas, pero la mayoría eran reconocibles.
Llegó al último escalón y de repente Erick apareció a su lado. Ella lo miró fijamente, —No necesito un escolta.
—Yo sí —susurró él mientras caminaban juntos.
—Ve a buscar a alguien más para molestar.
—Eres la única que conozco —dijo él y tomó un trago de su vino.
—¿No es eso triste? —Ella se burló.
—¡Silencio! Tú tampoco tienes amigos exactamente.
—Te sorprenderías —mientras hablaba, saludaba con la mano y asentía a algunas personas.
—Estás fingiendo.
—¿De verdad? Observa esto.