—Entre —murmuró Mauve entre las sábanas.
Escuchó que la puerta se abría pero no intentó moverse ni mirar a Mill. Se quedó en la cama, tumbada boca abajo. Escuchó el sonido de la bandeja al chocar contra la mesa y dio las gracias.
—Mauve —llamó suavemente Mill.
—Sí —respondió lentamente.
—¿Está todo bien?
—Sí —repitió Mauve con el mismo tono.
—¿Quieres que haga algo por ti?
—No.
—¿Cuándo querrías bañarte? —insistió Mill.
Mauve gruñó:
—Te llamaré.
—Ehm, de acuerdo Mauve. No dudes en avisarme si necesitas algo.
—Mill —Mauve la llamó de repente, sentándose.
La vampira se detuvo en seco justo antes de alcanzar la puerta. Se giró lentamente y respondió:
—Sí.
Mauve se aclaró la garganta y miró de un lado a otro:
—¿Tú... —Tosió ligeramente mientras intentaba hablar más fuerte—. ¿Sabes dónde está el estudio de Jael?
—¿El estudio del Señor? —preguntó con un leve ceño fruncido—. Creo que sí.
Mauve se animó inmediatamente.
—¿Crees que podrías decirme dónde está?