Jael escuchó que la puerta de Mauve se abría e inmediatamente se incorporó. El sol estaba afuera, y el aumento de temperatura era indicación suficiente. Permaneció quieto mientras escuchaba sus movimientos. Eran bastante tenues comparados con la última vez que salió de la habitación, lo que confirmaba sus miedos, ella lo estaba evitando.
Jael no se movió hasta que no pudo oír más sus pasos. Podía adivinar hacia dónde se dirigía. Tomó una bata y se la echó sobre los hombros, pero no se la ató. Dejó que los lados colgaran, dejando su pecho expuesto.
Abrió la puerta y caminó con determinación, llegó al frente de la biblioteca y se detuvo. Frunció el ceño contemplando si era una buena idea o si debía dejar que esto se prolongara y ver cuánto tiempo más ella seguiría ignorándolo.