Mauve se congeló en el último escalón y miró sin recato. La pálida piel del vampiro resaltaba en la luz tenue. Estaba vestida con pantalones y una camisa abotonada. Un abrigo marrón descansaba en sus hombros y sus botas negras casi desaparecían en la oscuridad.
Detrás de ella había dos guardias que habían caminado a través de las puertas con ella, pero era bastante obvio quién tenía el control. Habían sostenido las puertas abiertas mientras ella entraba y ahora las estaban cerrando.
Mauve realmente no podía ver su rostro desde las escaleras ya que la distancia entre la entrada y las escaleras era un poco grande, pero no podía dejar de mirar. Estaba fascinada.
Tenía una expresión seria y sus ojos grises brillaban en la oscuridad. Su cabello batido por el viento no la hacía parecer menos bonita, al contrario, la hacía lucir feroz.