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—Sir Galath —una voz llamó—. Lamento llegar tan tarde.
—¿Dónde están los demás? —preguntó él.
—Deberían estar aquí en cualquier momento, los dejé atrás —el joven se puso de pie a su máxima altura. Mauve apenas podía ver su rostro, parecía más joven que ella. Era alto, delgado y ligeramente encorvado.
Sus ojos se fijaron en su rostro y no la despegaron la vista, la miraba como quien ve una joya que no puede permitirse. Mauve no estaba segura de si debería sentirse halagada o preocupada.
—Por el amor de Dios, Owen, no mires a la princesa de esa manera y da tus saludos .
—Lo siento mucho —dijo él, inclinando la cabeza hacia adelante, Mauve habría jurado que escuchó un sonido de chasquido—. Y-yo soy Owen Martins. Es un placer conocerla, Princesa.
Ella le sonrió. —El placer es todo mío y no tienes que ser tan formal.
—Gracias, Princesa.
Mauve simplemente asintió, no podía adivinar por qué le estaba agradeciendo pero no quería alargar esto más.