Jael miraba a Mauve, quien estaba sentada junto a él. Se inclinaba hacia adelante en su asiento mientras llevaba un bocado a sus labios. Con la mirada fija, él la observaba masticar y tragar.
Como si sintiera su mirada, ella se giró para mirarlo y Jael le sonrió. Ella se sonrojó y apartó la vista. Le resultaba divertido; uno pensaría que ya estaría acostumbrada a sus miradas.
—Mauve —la llamó. No tenía ningún motivo en particular para llamarla, solo quería que ella lo mirara.
Ella se giró de inmediato, alzando la vista hacia él con ojos grandes y abiertos. Sus ojos castaños mostraban una mezcla de preocupación y curiosidad.
—Sí —respondió ella.
Sus ojos recorrieron su rostro y notó un pedacito de comida al lado de sus labios. Jael iba a ignorarlo, ni siquiera era tan evidente. Solo podía verlo porque estaba muy cerca de ella.