Jael sintió su sangre resonar en sus oídos y se obligó a calmarse para poder escuchar a Mill. Era mejor obtener todos los detalles antes de salir disparado por la puerta.
Al menos eso es lo que se dijo a sí mismo, aunque sus acciones decían lo contrario mientras se movía desde la esquina de su escritorio y daba un paso en dirección a Mill.
—Nada —gritó ella—. Bueno, según Mauve y yo sí interrogamos a Corbin.
Los hombros de Jael cayeron y su rostro mostró confusión, —¿Pero? —preguntó, sin quitarle la mirada de encima a Mill.