—¿Hay algo mal? —preguntó.
—Deberías acompañarme —dijo él— y cerró la puerta que ella acababa de abrir. Sin darle más explicaciones, comenzó a guiarla lejos de su habitación y hacia la dirección de su estudio.
—¡Oh! —exclamó ella mientras se apresuraba tras él.
Él se detuvo frente a la puerta de su estudio y empujó la puerta para abrirla. Mauve parpadeó mientras sus ojos intentaban ajustarse a la oscuridad. Él entró con ella a su lado. Caminó directamente hacia el escritorio y a medida que se acercaban, Mauve pudo percibir débilmente el olor del papel pergamino y un poco de sangre.
Se detuvo junto al escritorio y se deslizó detrás de él. Sentándose en la silla, la atrajo hacia sus piernas.
—¿No tienes trabajo que hacer? —preguntó ella, notando lo pequeña que se veía sobre sus piernas.
—Sí, por eso me estás haciendo compañía.
—¿No te distraería? —preguntó ella con una expresión perpleja, mirándolo mientras se sentaba sobre sus piernas.