Un campo embarrado y espinoso. Espeso, pesado y solitario. Era como caminar por un estanque de sangre. Las espinas se clavaban en el suelo embarrado y lo hacían sangrar.
Era inquietante y perturbador, y si Zein no conociera a Joon, tendría miedo. Era el alma de alguien que se ponía repetidamente en una situación difícil, voluntariamente. Y en este campo solitario y doloroso, había solo un consuelo.
Una flor carmesí, en medio de un campo espinoso. Su color era lo único brillante en el campo monocromático.
Una devoción singular. Eso era lo que Zein sentía del núcleo de maná de Han Joon. No es de extrañar que Radia hablara de obsesión antes. Era como si el hombre dedicara toda su vida a que esa flor floreciera, incluso mientras sangraba solo.
Era...trágico.
Aun cuando Zein enviaba su agua, y trataba de hacerla lo más calmante posible, nada podía penetrar la barrera espinosa que rodeaba la flor carmesí. Al menos, sin embargo, podía curar esa herida sangrante.
Solo un poco.