—No —dijo, con una sonrisa semejante a un desafío.
Era como si quisiera ver qué haría con ese rechazo. Esta Radia Mallarc, que nunca antes había enfrentado el rechazo en su vida.
A veces me preguntaba; si hubiera visto esa sonrisa y esos ojos al principio de todo, antes de ser arrastrado a su ritmo tan lejos, ¿habría podido simplemente burlarme y dejarlo entonces? ¿Así como lo hice con todos los demás?
Quién sabe. Cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde.
Nunca había estado tan cerca de nadie más que de él. Nunca había deseado a alguien tanto como lo deseaba a él. Nunca había pensado en alguien tan a menudo como pensaba en él.
En cinco años, sin ni siquiera darme cuenta, su presencia había crecido mucho dentro de mí; dentro de mi cabeza, dentro de mi corazón. Sin que él hiciera nada más que estar allí, en su silencio y pesada presencia.
—¿No —dijo?