—Bas, ¡tienes que calmarte! —Han Shin agarró el abrigo de cuero de dragón de Bassena y siseó, mirando preocupadamente entre su amigo y las demás personas en ese vestíbulo.
—No puedo,
La respuesta salió entre dientes apretados. Esta vez, Bassena no estaba haciendo un berrinche y destrozando el lugar. Aún estaba lo suficientemente sobrio como para saber que no debería hacer eso en territorio ajeno.
De hecho, estaba sentado quieto, apretando los puños con fuerza sobre su regazo. Y Han Shin estaba tocando su brazo y hombro, concentrando su maná en la sanación mental en lugar de las físicas.
Pero aun así, oleadas y oleadas de maná duro seguían emanando del esper; una ráfaga de energía que estaba llena de ansiedad. Y la corrosión pesada dentro de él afectaba su maná, haciéndolo sentir asfixiante y sofocante.
Y eso siendo generosos.