Mientras que Zein había logrado pasar desapercibido antes, ahora no podía permitirse hacerlo cuando caminaba en medio de la actual Santa y la futura Santa. Por no mencionar que uno de los Templarios los estaba guiando.
Pero probablemente Zein nunca habría sabido que la razón principal de la sorpresa de la gente y su mirada curiosa sería el conejo blanco que se acomodaba en sus brazos, al que Elena llamaba Nublado. Sin que Zein lo supiera, el conejo era habitante del Jardín Celestial; el espacio en el cual se encontraba el altar para la Diosa y el fragmento de Setnath.
Y el conejo nunca se acurrucaría con alguien que no fuera uno de los Elegidos.
Siendo ajeno a esto, subieron al árbol usando el elevador y llegaron al salón principal del santuario en la cima. Desde allí, usaron las escaleras para llegar al Jardín Celestial cerca del punto más alto del árbol. El Templario se detuvo antes de la entrada del jardín; ése era su límite. Pero la Santa y Elena acompañaron a Zein.