—Gracias —dijo suavemente, tomando el vaso en la mano. Pero justo cuando lo levantaba, lo dejó caer deliberadamente. El vaso se hizo añicos en el suelo, el jugo se esparció por los azulejos.
—¡Ahhh! —jadeó, agarrándose la cabeza y quejándose con dolor exagerado—. ¡Duele! —gritó, con la voz temblorosa.
La expresión de Michael cambió a alarma mientras saltaba de su silla. —¡Traigan al médico ahora mismo! —ladró, su habitual actitud engreída reemplazada por pánico.
Rain escaló su actuación, agarrándose la cabeza y pretendiendo temblar como si tuviera un ataque. Su cuerpo se sacudía violentamente, sus respiraciones eran superficiales y erráticas. Michael maldijo para sus adentros y salió corriendo de la habitación, gritando órdenes a su personal.
Cuando llegaron el médico, acompañado por un doctor y dos ayudantes, se arrodillaron junto a ella, examinando su condición. Uno de ellos habló con firmeza, —Demosle un sedante para estabilizarla.