Rain sonrió ampliamente al ver a Alejandro apoyado casualmente en el coche, esperándola. Inmediatamente se acercó para ayudarla con sus bolsas de papel, entrecerrando brevemente los ojos al ramo de chocolates que ella sostenía en su otra mano.
Ella medio esperaba que él preguntara sobre ello, pero no lo hizo. Una vez dentro del coche, Rain no pudo resistirse más. Sacó un chocolate del ramo, lo desenvolvió y le dio un mordisco. Había estado antojando esos chocolates de pistacho, de los caros que Enrique le había dado al salir de la oficina.
—¿Quieres algo? —preguntó, ofreciéndoselo a Alejandro.
—¿Quién te dio ese ramo? —finalmente preguntó él, mirándolo fijamente.
—Oh, es de Enrique —respondió ella casualmente, saboreando el chocolate. Al instante, su rostro se ensombreció. Ella sabía que él estaba siendo un poco posesivo, pero su reacción la divertía.
Alejandro inmediatamente agarró el ramo y lo colocó en el asiento trasero, murmurando:
—Te conseguiré algo mejor que eso.