Rain prácticamente corrió al baño después de casi tragarse toda la esencia de Alejandro. No tenía mal sabor ni olor; era cálido, un poco salado y dulce a la vez.
—Rain, ¿estás bien? —llamó Alejandro desde la puerta, su voz teñida de preocupación.
—Sí, solo me cepillaré los dientes —respondió ella, sonrojándose intensamente al recordar lo que acababa de suceder. Cuando salió, Alejandro seguía en su bata, luciendo una mezcla de relajación y preocupación.
—¿Estás segura de que estás bien? ¿Lo... comiste? —preguntó él, frunciendo el ceño mientras escudriñaba su reacción.
Ella le ofreció una sonrisa tímida y asintió. —No tienes que hacerlo —murmuró él, su voz débil, y ella parpadeó al ver su rostro sonrojado de color.
Su expresión hizo que ella sonriera, y no pudo resistirse a bromear con él. —Está bien. No sabía tan mal. Escuché que el esperma tiene vitaminas…