—Alejandro —susurró, intentando mantener la compostura—. ¿Cuánto tiempo llevas ahí parado?
—Lo suficiente —respondió él, su mirada fija en ella—. Lo suficiente para escuchar lo que ese hombre dijo y para preguntarme por qué se atrevería a mencionar robar algo que no es tan difícil como robarte a ti.
—Es solo Enrique siendo él mismo. El hombre es notorio por sus cambios de humor y comentarios locos —dijo, su sonrisa volviéndose incómoda.
Pero la mandíbula de Alejandro se tensó. Sin decir una palabra, simplemente dijo:
—Vamos.
Se giró y caminó adelante, dejando a Rain seguirlo en silencio. Al subirse al auto, ella podía sentir la tensión espesa entre ellos. El ánimo de Alejandro estaba claramente alterado, y eso la hacía sentir incómoda. Peor aún, notó que no se dirigían en la dirección habitual.
—¿Adónde vamos? —preguntó ella.