—Me alegra que hayas venido —en el momento en que las palabras salieron de su boca, Derek quiso agarrarlas del aire y tragárselas antes de que Emily pudiera escucharlas. Pero ya era demasiado tarde.
—Me alegra que hayas venido —¿en serio? Eso era todo lo que pudo idear. Después de horas de angustia, de espera, de revisar su teléfono y de tener que esconderlo para evitar hacer algo vergonzoso, lo mejor que se le ocurrió fue un "Me alegra que hayas venido".
No habría estado tan mal si al principio hubiera empezado con un saludo, "Buenas noches, Emily. Me alegra verte. Me alegra que hayas podido venir". Ahí estaba la frase elocuente que debería haber dicho primero, pero en cambio el cerebro de Derek simplemente lanzó, "Me alegra que hayas venido" de la nada.