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Emily amaba a su madre. La amaba muchísimo. ¿Cómo no iba a amar a una mujer que la había criado sola desde que Emily era una niña? Manteniendo todo unido después de la muerte del padre de Emily.
Pero por mucho que Emily amara a su mamá, todavía le mentía, y seguiría haciéndolo. Todo se hacía en un esfuerzo por intentar protegerla de las luchas que Emily atravesaba cuando se trataba de problemas de sueño. Pero aunque Emily había mantenido la mentira constante durante años, eso no hacía que contarla fuera más fácil.
Tampoco hacía que contar otras mentiras además de esa fuera mejor. De hecho, cada vez se hacía más difícil cuanto más tiempo llevaba Emily con ello. Después de escribir su lista y tomar el autobús, Emily había pasado todo el viaje con la culpa royéndole las entrañas, su mente empeñada en recordarle su deshonestidad. Burlándose de ella con el hecho de que, al ir a dormir con Derek, para poder salir de la casa sin levantar sospechas, tendría que contar otra mentira.
