Resultó que una vez que la gente de la planta de paneles solares Joy superó todo el rollo de... ¡es el CEO, ataquen! al que estaban enganchados. En realidad eran personas bastante encantadoras. A Derek definitivamente le gustaban mucho más que las personas con las que se veía obligado a interactuar a diario en el trabajo.
Sus sonrisas, cuando le estrecharon la mano y expresaron su agradecimiento, eran sinceras. Cuando le decían cuánto lo agradecían, no podía detectar ninguna deshonestidad de su parte. Y cuando finalmente salieron, y él y Emily posaron para una foto grupal con ellos para que los reporteros pudieran ver que todo se había resuelto, Derek no sintió ninguna mala voluntad, ni siquiera del tipo que se oculta detrás de demasiado entusiasmo por parte de ellos.
Estaba tan contento de haberlos conocido en persona. También estaba muy feliz de que a pesar de quemar neumáticos y cosas por el estilo, no hubieran quemado su lugar de trabajo, ni a él o a Emily.
Buenos tiempos de verdad.
Pero aunque se lo estaba pasando en grande después de no ser golpeado y prendido fuego, Derek aún había venido con una misión. Terminar la huelga antes de que se extendiera y se volviera incontrolable, costándole al Grupo Haven montones de dinero. Lo había logrado y ahora era hora de volver a la ciudad. Hizo que Emily cancelara sus reservas en el hotel de dos estrellas del pueblo; nada en un área tan rural podría superar las tres estrellas, en su humilde opinión.
—¡Anímate, Emily, así verás tu cama por unas horas antes de volver al trabajo! —le dijo a su asistente mientras volvían al coche. Ella parecía a punto de caer rendida, y Derek estaba seguro de que él lucía más o menos igual (lástima por él que conseguiría como mucho treinta minutos de sueño).
El viaje al aeropuerto fue en silencio, el agotamiento de las últimas horas ahora pesaba sobre ellos mientras no tenían nada que hacer. Cuando llegaron al aeropuerto, él salió primero, entrando mientras Emily sacaba las maletas; era notablemente fuerte para alguien tan pequeña. Quizá algún día le preguntaría sobre su rutina de ejercicios. Tenía que haber una, dada todo el peso que estaba cargando. A Derek no le gustaba viajar ligero, pero ella tiraba de sus maletas como si no pesaran nada. Incluso lo miraba con fuego en los ojos, increíble.
Canturreando una melodía feliz por lo bajo, Derek fue a preguntar por el próximo vuelo a la ciudad. La respuesta del joven de aspecto aburrido hizo que su buen humor cayera en picado.
—¿Cómo que todos los vuelos para esta noche han sido cancelados? —estuvo un poco alto en su cuestionamiento, pero para ser justos era una situación que requería volumen.
—Quiero decir exactamente eso, señor, todos los vuelos han sido suspendidos debido a un problema técnico encontrado en uno de ellos. Por seguridad todos están siendo revisados por si tienen un defecto similar. Los vuelos solo se reanudarán mañana —dijo el empleado.
Inaceptable.
Era inaceptable y Derek se lo hizo saber al hombre. Se enojó aún más cuando el hombre continuó pareciendo impasible.
¡Cómo se atreve!
—Escucha aquí... —escudriñó la placa con el nombre del hombre.
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—Escucha aquí, Carlos. Si quisiera, podría arrasar este lugar por completo y reemplazarlo con un parque infantil. Así que a menos que quieras estar sacando purpurina y plastilina de tu cabello por el resto de tu vida, te sugiero que me digas algo que quiera oír —la respuesta de Carlos fue parpadear muy lentamente. Si estuviera masticando chicle, Derek estaba seguro de que el hombre estaría haciendo pompas. Probablemente hubiera sido uno de esos horribles chicles sabor cereza de color rosa brillante también.
Suprimiendo el impulso de saltar sobre el mostrador y reservar su propio vuelo, Derek lanzó al joven un último fulminante antes de darse la vuelta y alejarse. Pero su retirada no era porque se estuviera dando por vencido. Simplemente estaba haciendo algo que debería haber hecho desde el mismísimo principio.
Había volado en transporte público, mostrando que podía estar entre la gente común. Ahora era el momento de volver al estilo de vida al que estaba acostumbrado... estaba llamando a su jet.
Apenas había terminado de presionar el botón de llamada antes de que su llamada fuera atendida.
—Sr. Haven —llegó la voz de su piloto y Derek sonrió, finalmente, se iba de aquí.
—Buenas noches, Aria, prepara el jet, necesito que vengas a recogerme en— Antes de que pudiera terminar, fue interrumpido, y la sonrisa se le borró del rostro. Aria nunca le cortaba, lo que tuviera que decir, él tenía la sensación de que no le gustaría ni un poco. Y efectivamente, no le gustó.
—Lo siento, señor, pero no podré ir a recogerlo —dijo ella, y su buen humor anterior desapareció, la sonrisa se le borró del rostro.
—¿Y por qué es eso? Sé que tienes un avión perfectamente bueno para pilotar, así que la falta de transporte no puede ser el problema —le dijo él.
—El jet está bien, señor, pero si despego con este tiempo puede que no. Una tormenta de granizo con vientos fuertes ha estallado, y se espera que dure hasta mañana
Ella estaba jugando con él. Tirándole de la pierna, una broma a expensas del jefe, eso era todo. Pero incluso mientras su mente histérica pensaba eso, Derek sabía que no era cierto. Aria se tomaba su trabajo con demasiada seriedad para eso.
—Muy bien, Aria, que tengas buenas noches —Podría haber perdido tiempo enfadándose con ella, pero al final del día, no era su culpa. Ella no tenía voz en lo que el tiempo decidiera hacer en un momento dado, ninguno de ellos lo tenía.
—Usted también, señor —desconectó la llamada y se pellizcó el puente de la nariz, con los ojos cerrados. Cuando los volvió a abrir, encontró a Emily, que había estado de pie en silencio a su lado, mirándolo.
En ese momento, Derek se encontraba deseando desesperadamente aún tener el abrigo de ella para gritar en él, pero lo había dejado en la oficina.
—Parece que estamos atascados aquí —le dijo, sintiéndose de repente extremadamente cansado. Sus ojos dolían por la falta de sueño que aún no obtendría, incluso si de alguna manera tuviera forma de llegar a casa.
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