Después de un largo y arduo día, Derek salió de la ciudad. Las ventanas de su coche deportivo se bajaban en cuanto dejaba la ciudad atrás.
La mansión Haven estaba a cuarenta y cinco minutos de la ciudad. El trayecto era bienvenido para Derek, razón por la cual elegía ir allí todos los días después del trabajo en lugar de dormir en su ático en la ciudad.
No importaba la hora, conducir por las carreteras tranquilas siempre lo calmaba. Y con todo lo que enfrentaba, la calma era algo que valoraba mucho.
Si no pudiera encontrar sus pequeños momentos de paz, Derek estaba bastante seguro de que perdería la cordura en una semana y estrangularía a su tío. Especialmente si lo sorprendía haciendo otra de sus travesuras.
Derek estaba tan harto y cansado de ese hombre. Si no fuera porque su tío usaba su influencia y lazos familiares para asegurarse de que no pudiera ser despedido, Derek ya lo habría despedido hace tiempo.
Acelerando, Derek desterró todos los pensamientos de su tío de su mente. Ya había tenido suficiente estrés con él durante el día, no necesitaba que nublara sus pensamientos por la noche.
Para cuando llegó a casa, la mansión Haven brillaba como un faro, Derek había encontrado una vez más un atisbo de calma.
Entró para enterarse de que su madre en ese momento estaba organizando a algunos dignatarios extranjeros en el jardín. Armándose de valor, Derek fue a saludar.
Afortunadamente para él, era solo una pequeña reunión de unas diez personas. Vio a su madre con facilidad. Cassandra Haven se veía encantadora como siempre.
El tiempo había sido bueno con ella. De no ser por el hecho de que su cabello castaño oscuro tenía mechones blancos, Derek juraría que el tiempo no había pasado para ella.
—Cariño —Ella lo llamó suavemente cuando lo vio, una mano delicada invitándolo a acercarse. Él fue sin quejarse, besando ambas mejillas en saludo. Ella le sonrió, su cabello recogido en un lado, fluyendo por el costado de su vestido de noche. Su pendiente brillaba en la luz, las gemas azules combinando perfectamente con el azul oscuro de su vestido.
—Déjame presentarte a nuestros invitados —Y así fue como Derek gastó dos horas de su tiempo. Socializando con personas que no conocía, pero que sin duda serían beneficiosas en el futuro dado que su madre las había invitado.
Una vez que finalmente pudo excusarse, Derek se dirigió a su ala. Desde allí era simple cuestión de quitarse la ropa de trabajo y elegir uno de sus muchos trajes de baño.
Derek nadó hasta que no pudo más. Su cuerpo dolía de una manera que sabía que aún sentiría al día siguiente si no se metía pronto en agua helada.
Pero incluso sabiendo todo eso, no fue inmediatamente a un baño de hielo. En lugar de eso, Derek se arrastró hasta la tumbona más cercana, y simplemente se sentó y pensó.
—¿Era esto para él?
—¿Así sería siempre su vida? Un día interminable tras otro, rogando a su cuerpo por migajas de sueño?
A lo largo de los años había gastado millones en especialistas y supuestas curas milagrosas. Nada había funcionado, pero una parte de él todavía quería creer que había una cura para él.
—Que tal vez un día realmente dormiría, en lugar de fingirlo para que su madre no tuviera que preocuparse por él. Pero ese día aún no había llegado, así que todo lo que Derek podía hacer era pasar cada noche lo mejor que pudiera.
Con ese pensamiento en mente, el joven CEO se dirigió a su habitación. Quizás si volviera a tomar pastillas para dormir, las cosas no serían tan malas. Pero desconfiaba de ellas, le hacían sentir horrible. Además, su padre había muerto de una sobredosis accidental, no quería arriesgarse. Quizás con toda la emoción que había tenido ese día, podría conseguir al menos una hora de descanso antes que el reino del sueño lo expulsara.