La respiración de Mallory se cortó en su garganta. Había pasado años construyendo muros, protegiéndose de la atención que nunca había recibido. Ahora, frente al deseo genuino de Hadeon, esos muros comenzaban a resquebrajarse. Sus dedos se deslizaban sobre su muñeca, sin apretar, pero solicitando.
—Yo... —empezó, su voz desvaneciéndose mientras el pulgar de él trazaba círculos en su palma. El toque era sorprendentemente suave para un hombre que ella había conocido por ser insistente.
—Deja que te muestre lo que realmente siento por ti. Cuánto te deseo —murmuró Hadeon, sus palabras llevando una honestidad cruda que hizo que el corazón de Mallory latiera aceleradamente.
Ella se encontró asintiendo, y la sonrisa que adornaba sus rasgos era diferente a cualquier otra que hubiera visto antes. No calculada, no seductora, sino real. Él sostuvo su rostro con ambas manos, estudiándola como si memorizara cada detalle.
—¿Tienes frío? —preguntó él, su voz baja y tierna.