—Está hecho de seda, milady. La tela fue importada del norte. Es la única pieza de su tipo en nuestra tienda —informó el asistente masculino a Mallory, sosteniendo un vestido azul marino con cuello y solapa blancos. Echó un rápido vistazo a sus manos, que no mostraban señal alguna de anillo.
Mallory, exhausta de su inmersión en el agua, apenas notó la expresión afectuosa del asistente al mirarla.
—Es un color encantador —respondió Mallory.
El hombre asintió con entusiasmo. —Por supuesto, y con su tono de piel, resplandecería como una estrella.
Mallory permaneció indiferente a su halago, consciente de que los sastres a menudo usan tales tácticas para vender su ropa más cara. Aunque no era ella quien pagaba, no quería abusar de la generosidad. Cogió el vestido para colocarlo frente a ella mientras se ponía delante del espejo.
—¿Es usted nueva residente aquí, milady? No creo haberla visto antes por aquí —dijo el asistente con voz educada.