La mirada de Hadeon se demoró en el rostro sereno de Mallory mientras ella dormía plácidamente frente a él. Sus rasgos estaban relajados, y sus labios rosados estaban ligeramente entreabiertos al ritmo de su respiración calmada. Mientras yacía de costado, la curva de su cuello quedaba expuesta, despertando los instintos vampíricos de él.
—Qué lienzo tan tentador para marcarlo de rojo —susurró él, su voz baja. El collar que había diseñado para ella se envolvía alrededor de su delicado cuello.
En su larga y a menudo tumultuosa vida, Hadeon había disfrutado de los innumerables placeres del mundo viviente: mujeres, sexo, muerte y la rica trama de la experiencia humana habían estado todos a su mando. Sin embargo, con el tiempo, estos placeres perdieron su encanto. Y decidió dormir en el ataúd hasta que el descendiente de la serpiente algún día abriera la tapa de su ataúd.