Cuando Mallory y Hadeon llegaron al castillo Van Doren, Mallory salió del carruaje más rápido que una ardilla. Ni siquiera esperó a que Barnby abriera la puerta, aunque él estaba ágil en sus pies y listo junto a la puerta como un mayordomo bien entrenado.
—¿Lady Mallory? —murmuró Barnby, con las cejas levantadas al verla correr hacia la entrada del castillo.
—Déjala ser —respondió Hadeon, con un atisbo de diversión en la comisura de sus labios mientras descendía del carruaje con despreocupación—. Pronto regresará —afirmó con confianza, porque pronto se dirigirían a salir.
Mallory se deslizaba por los corredores, lanzando miradas cautelosas sobre su hombro. Justo cuando giró de nuevo, casi se sale de su piel cuando Jorge apareció de repente frente a ella.
—¿Dónde has estado toda la noche? ¡Hadeon tampoco estaba en el castillo! —La voz de Jorge estaba cargada de preocupación, y sus cejas se fruncieron en modo de seria interrogación—. ¿Te revolcaste en el barro?