Los príncipes no murieron.
Tampoco permanecieron congelados para siempre.
Valerie fue el primero en comenzar a descongelarse. Todos observaron asombrados cómo su ser congelado comenzó a brillar con un color naranja cálido y el agua se filtraba hacia el suelo. A todos les quedó claro que el príncipe estaba derritiendo el hielo desde el interior y pronto Valerie se liberó, sacudiéndose lo que quedaba.
Tan pronto como Valerie quedó libre, sus ojos la buscaron, y cuando la vio, soltó un suspiro de alivio. Apenas había dado un paso hacia ella cuando todos oyeron el inconfundible sonido del hielo resquebrajándose.
A diferencia de Valerie, que se liberó despacio y con cuidado, la libertad de Aldric fue instantánea y despiadada. Picos de hielo afilados como cuchillas se estrellaron por toda la habitación con la fuerza de su liberación, los fragmentos volaban mientras las hadas gritaban y se defendían.