—Por los dioses, era un palacio…
Islinda miró la escena boquiabierta después de bajar del carruaje. Aldric le había dicho que iban a una fiesta y, aunque ella supuso que sería en la casa de un noble Fae, nunca se le había ocurrido que sería en el palacio.
El palacio estaba ubicado en un área boscosa, dándole un toque místico. Islinda notó que a todos los Fae les encantaba la naturaleza, por lo tanto, no era sorprendente que el bosque se extendiera por millas y que se perdería si se aventuraba sin la compañía, desafortunada, de Aldric.
Sin embargo, eso no significaba que el edificio fuera primitivo, pues el palacio estaba hecho con joyas resplandecientes, mármol y oro. La arquitectura era ornamentada y compleja, con arcos puntiagudos, techos altos y ventanas de vidrio coloreado. Parecía sacado de un libro de cuentos de fantasía.
—Hermoso, ¿verdad? —Aldric apareció a su lado, sobresaltándola.