El frío no provenía del aire nocturno, sino de un cierto Fae sentado frente a ella en el carruaje. Una fría niebla plateada parecía emanar de Aldric y enfriaba el espacio.
Él manejaba el frío y no parecía importarle su comodidad. Islinda se preguntaba si había hecho algo para provocarlo, pero aparte de la pequeña discusión en su habitación, nada había ocurrido. Su mirada tampoco era tormentosa, si acaso era clara y vacía, como de costumbre.
Su brazo estaba apoyado en el alféizar de la ventana mientras miraba hacia afuera, ocasionalmente pasando su nudillo por sus labios. Islinda se preguntaba qué estaría pensando—y no en sus sensuales labios. Ella se estremecía al vívida imagen de sus labios, culpando al frío.
—Si me miras por más tiempo comenzaré a pensar que estás fascinada conmigo —su voz interrumpió sus pensamientos.
Ella lo miró y su mirada burlona la desafió a negar la acusación.
—Sí, estoy fascinada contigo —Islinda admitió para su sorpresa.