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No era solo la sonrisa amenazante que esculpía su afilada mandíbula, sino la oscura promesa en su voz lo que hizo que Islinda se diera cuenta de que estaba en serios problemas. Una vocecita le decía que preferiría estar muerta a tener que descubrir los planes que el loco Fae tenía para ella.
Así que, sin pensarlo un segundo, Islinda cogió la flecha que tenía al lado y se apuñaló el cuello. O lo intentó, porque el movimiento de Aldric fue un borrón y lo siguiente que supo es que una mano fuerte se había cerrado alrededor de su muñeca ejerciendo tanta presión que soltó un gemido de dolor y soltó la flecha. Casi le rompió la mano y a él no parecía importarle.
A diferencia de Valerie, no había ni un ápice de humanidad o caballerosidad en él. Islinda sintió una gran incomodidad en su pecho al pensar en su amado Valerie. Pero los pensamientos fueron relegados al fondo de su mente cuando fue levantada de un tirón y empujada contra la pared con un Fae furioso gruñéndole en la cara: