Humanos... Tan pequeños... tan frágiles y, sin embargo, son criaturas interesantes —divagaba en su mente Aldric.
Lo bueno de estar solo es que te da tiempo para estar uno con tu mente. Aparte de un Máximo o Maxi - como ella se llama esta vez - su mejor amigo era su mente. Aldric podía perderse en su mente todo el día y nunca aburrirse.
No ayudaba que tuviera poderes mentales y siempre se divertía probándolos en los humanos. Todos en el reino de los fae sabían lo que podía hacer y siempre levantaban una barrera mental, bloqueándolo, pero lo mismo no se podía decir de los humanos.
Su mente siempre estaba abierta y quizás, hubiera sido un sueño hecho realidad si pudiera leer mentes. De esa manera, las voces podrían seguir y seguir y él nunca estaría solo. En cambio, se quedó con la capacidad limitada de manipulación de sueños y control mental. Bueno, no era tan malo y se divertía con ello, justo como ahora.