Los sirvientes prepararon la cena apenas tocada en la habitación de Islinda, lo que significaba que la humana agraviada tenía una idea de su llegada, y sin embargo, cuando Aldric apareció, ella ni siquiera reconoció su presencia.
Su frío desprecio dejó un sabor amargo en la boca de Aldric y sus labios se apretaron en una línea fina. Él solía tratar a los demás de esa manera despiadada y no le agradaba estar al otro extremo de ella.
—Hola Islinda —dijo él, acercándose para ponerse frente a ella.
Islinda ignoró su cortesía, mirando a la nada.
Aldric sonrió ante la vergüenza, determinado a cambiar su opinión —Me di cuenta de que no has comido en todo el día y decidí traerte algo
Islinda no esperó a que terminara de hablar porque se volteó en la cama, dándole la espalda al príncipe fae oscuro, lo cual fue un gran insulto.