No tardaron mucho en llegar a su destino y la familia de Isaac vivía en un bungaló sencillo rodeado de un jardín grande y bien cuidado, como era común en la mayoría de hogares Fae. Isaac la tomó de la mano y la ayudó a subir las escaleras elevadas del porche, quedándose de pie junto a la puerta.
Isaac no tocó a la puerta, en cambio, se giró y cogió a Maxi de ambos hombros, soltando un profundo suspiro. Le dijo —Confía en mí, Maxi, no hay nada de qué ponerte nerviosa.
Maxi en cuestión parpadeó y luego lentamente le quitó las manos de los hombros y sostuvo las de él en su lugar —Creo que esas palabras son para ti, no para mí. Yo no estoy ni un poco nerviosa. ¡De hecho, estoy más que emocionada!
—Oh. Se le ocurrió a Isaac que en realidad era él el nervioso aquí.