—Para ser honesto, fue muy satisfactorio verte hacer el ridículo —dijo Aldric con la mano en la espalda y disfrutando deliciosamente de su momento embarazoso.
Islinda gimió, sacudiéndose el mareo. A diferencia de Aldric, a quien le parecía divertida su condición, a ella no le hacía ninguna gracia. Se esforzó por ponerse de pie y lo primero que hizo una vez que estuvo estable fue empujar a Aldric en el pecho.
—¿Qué hiciste? ¡¿Qué le hiciste al divisor?! —gritó en su cara.
—Ah, veo que ahora te queda claro.
—¿Qué? —Islinda croó, una lágrima corriendo por su rostro.
Él inclinó su cabeza, su mirada recorriéndola, —La esperanza es algo peligroso, ¿no es así?