—Cúbreme. —Esas fueron las palabras que Islinda le dijo a Rosalind después de pasarle la pequeña botella que contenía el fármaco.
Rosalind asintió sutilmente y caminó delante de ella, pero se detuvo, fingiendo supervisar la comida cuando en realidad estaba ocultando tácticamente a Islinda con su cuerpo más grande.
El personal de la cocina había disminuido en número ya que prácticamente habían terminado de cocinar los platos más difíciles y ahora solo quedaban guarniciones.
—¡Vaya, todo esto para el príncipe Aldric! —exclamó Islinda, caminando y deslizando su mano sobre la mesa, sus ojos llenos de asombro cuando en realidad estaba nerviosa como el infierno.
Se detuvo, su corazón golpeando contra su caja torácica mientras escaneaba a los Fae que estaban haciendo lo suyo. Algunos se habían dispersado para volver a cotillear mientras otros estaban ocupados preparando la comida.