—Creo que esto es todo. —Islinda suspiró tan pronto como llegaron a su puerta. Finalmente habían vuelto al castillo y, por primera vez, no era sofocante.
—Este es el momento en que decimos adiós, princesa. —Eli dijo, con un brillo en sus ojos.
Se acercó hacia ella e Islinda sintió que su corazón comenzaba a acelerarse en anticipación. ¡Estaba a punto de besarla! ¡Iba a besarla! Ella inconscientemente tragó saliva.
Eli se inclinó hacia adelante hasta que su aliento le hizo cosquillas en la mejilla y su mano acunó su rostro, inclinando su cabeza mientras buscaba en sus ojos, buscando permiso. Debía haber obtenido el consentimiento que necesitaba, sus rostros tan cerca ahora que intercambiaban aliento. Los labios de Eli apenas rozaron los de ella cuando se apartó de un tirón con una maldición, fulminando con la mirada a su gato.