De vuelta en el palacio...
—¿Por qué no llamaste a una curandera, hermano? Un poco más y habrías muerto de verdad —preguntó Theodore a Valerie después de haber pasado horas sanándolo, sentado al borde de la cama.
Los ojos de Valerie se encontraron con los de André, parado en la esquina, y este negó con la cabeza sutilmente. Valerie apartó la mirada antes de que Theodore se percatara de su conversación secreta.
Suspiró:
—Digamos que este es un ataque del que no me enorgullezco.
Theodore entrecerró los ojos hacia él y preguntó con sospecha:
—¿Es obra de Aldric?
—No, no lo es. Confía en mí, Aldric preferiría enfrentarse a mí directamente, los ataques furtivos le parecen demasiado cobardes. Tampoco me apuñalaría con un cuchillo.
—Entonces, ¿quién...?
—¿Puedes dejarlo pasar?! —le espetó a Theodore, quien lo miró sorprendido.