—¿Estás bien, mi señora? —Aurelia movió una mano frente a su rostro, devolviéndola a la realidad.
—Por supuesto que sí. —Islinda soltó un profundo suspiro antes de mirar fijamente la comida frente a ella.
—Pareces distraída, quizás fue una mala idea dejarte desayunar en la cama —dijo Aurelia con molestia en su tono, lanzando una mirada furiosa a Rosalind que estaba en la esquina.
Rosalind, de aspecto austero, se mantuvo erguida con la cabeza bien alta. Sus labios estaban firmemente apretados, sin embargo, no le dio a Aurelia la satisfacción de provocar una respuesta de su parte. Pero, la extraña tensión entre ambas mujeres se podía sentir desde lejos y hacía que respirar fuera muy difícil.