—¿Qué pasó? —preguntó Rosalind, acercándose a su lado antes de mirar hacia la puerta por la que Aldric acababa de salir.
—No tengo idea —respiró Islinda, alisando su túnica arrugada e intencionadamente evitando mirar a Rosalind a los ojos mientras se reponía.
Se sentía culpable y sucia, recriminándose mentalmente por tener pensamientos inapropiados sobre el amante de otra persona. Por mucho que Islinda lo negara, se sentía atraída sexualmente por Aldric. Quiero decir, ¿quién en el mundo no querría acostarse con Aldric? No es de extrañar que Rosalind estuviera obsesionada con él. Sí, su actitud era desagradable pero su rostro y cuerpo perfecto estaban esculpidos por los propios dioses.