—¡Mierda, lo ha arruinado todo!
Islinda tiró de su cabello por enésima vez mientras caminaba de un lado a otro en su habitación. Todavía podía recordar lo que sucedió en el comedor tan claro como el día. La forma en que Aldric la alimentó a través de un beso. Debería haber terminado allí, pero no, su cuerpo traidor pedía más. Además, no era como si uno pudiera jugar con llamas y esperar no quemarse.
Recordó detalladamente cómo su corazón saltó y ella fue quien se apoderó del beso de él. Por supuesto, el maldito príncipe oscuro no era un caballero y debería haberla detenido en primer lugar. Aldric debería haberla apartado y devuelto sus sentidos, pero no, en cambio, alentó su comportamiento. La acercó más a él, su espalda arqueándose mientras él profundizaba el beso y ella gemía en su boca.