—Cenar sin un cierto príncipe fae oscuro debería haber sido un sueño hecho realidad, pero en cambio, Islinda descubrió que de alguna manera extrañaba su presencia. ¡No! No iba a rendirse tan fácilmente y admitir que deseaba que Aldric estuviera aquí para que pudieran pelear todo lo que quisieran y aun así tener una cena memorable.
—Islinda clavó su tenedor en el bistec con mucha más fuerza de la necesaria, enfurruñada mientras estaba sentada sola en la larga mesa de caoba. Su mirada se posó en los dos sirvientes fae que estaban en sus puestos asignados mientras ella cenaba. El gran comedor se sentía frío, solitario y distante.
—Rosalind no estaba aquí e Islinda estaba agradecida por eso porque no podía soportar verla ahora mismo. No después de su confrontación anterior. Aunque Rosalind dijo esas palabras para herirla, Islinda sabía en el fondo que tenía razón.