—Espérame aquí, no toques nada —le advirtió Dorcas, caminando hacia una esquina de la habitación donde una cortina la ocultaba de la vista
y allí terminó de realizar el resto del hechizo.
Aunque solo habían pasado minutos desde que ella se fue, ciertamente se sintieron como horas y fue la espera más larga de su vida. Valerie se sentó nervioso allí, luchando internamente con sus pensamientos. ¿Qué estaba haciendo realmente aquí? Era por Islinda. ¿Estaba cometiendo un error al hacer esto? No. Todo iba a salir bien al final, se aseguró a sí mismo.
—Aquí —Dorcas finalmente regresó a su asiento, entregándole un anillo encantado—. Tú llévalo puesto y cada vez que estés cerca de un cuerpo compatible, se iluminará de color verde.