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—Te responderé —dijo él, aún sosteniendo su mano y llevándola a descansar en el brazo del asiento mientras ella lo miraba con desconfianza.
—El vino me distrae —le dijo Aldric.
—Muchas cosas te distraen —replicó Islinda, insinuando lo obvio.
—No tienes idea —dijo Aldric con una voz baja y ronca— y para empeorar las cosas, su pulgar acarició sutilmente el dorso de su palma y ella se sonrojó de la cabeza a los pies.
Debería quitar su mano ahora pero la intensidad de la mirada de Aldric la tomó por sorpresa y no pudo apartar la vista como si estuviera atrapada por su encanto.
—No tengo idea de qué haría si me dejaran a mis propios medios. La guerra me mantenía activo, pero ahora necesito algo más para mantenerme en tierra. Algo más fuerte —continuó.