Chu Jin no había esperado que el visitante fuera él. Se sobresaltó por un momento antes de sonreír y decir —¿Señor Mo?
Mo Zhixuan la miraba desde su posición más elevada.
Aquellos hechizantes ojos de flor de durazano eran demasiado claros, demasiado puros, tentando a uno a hundirse en ellos inconscientemente.
Mo Zhixuan sintió que su ritmo cardíaco perdía su regularidad.
Era una experiencia que nunca había tenido antes.
Incluso cuando estaba con Zheng Chuyi, no se había sentido así.
La sensación era sutil y desconocida. El autocontrol de Mo Zhixuan siempre había sido excelente, por lo que esa sensación de perder el control lo hacía resistirse y sentirse incómodo.
Frunció ligeramente el ceño, no habló, y recordando el propósito de su visita, extendió la mano y agarró la muñeca de Chu Jin.
Casi completamente desprevenida,
su muñeca quedó así aprisionada por él, dejándola algo atónita mientras lo miraba, la sonrisa se congelaba en sus labios.
Por un momento, olvidó luchar.