El hecho de que este mundo se negara obstinadamente a elegir a uno de ellos como su nuevo propietario estaba empezando a cabrearla seriamente.
Además, este Espíritu Guerrero era mucho más talentoso de lo que había asumido al principio, ya había logrado escapar de sus garras durante 5 años y ahora que pensaba que había logrado ponerle una correa, resultaba igualmente difícil de manejar.
Cassandra estaba dando golpecitos en la mesa frente a ella cuando escuchó una risa proveniente de la puerta.
—Así que tu pequeño protegido no sigue el camino que trazaste para él y eso te molesta —dijo Mykael apoyado en la puerta y le preguntó en tono burlón—. Deberías haber sabido que un Espíritu Guerrero era una persona que no se podía controlar, después de todo, son seres aparte.
—Puedo entender por qué quisiste colocar un fénix como guardián de tu hijo pero, ¿por qué le proporcionaste un artefacto divino tan poderoso al Espíritu Guerrero? —preguntó Cassandra impasible, ignorando su tono burlón.