—¡Pareces estar de buen humor! ¡Ese es el espíritu! —La voz de la Niñera Wei sonó desde el pasillo que conducía a la cocina, eran ya las 7:30, pero era muy temprano para que ella estuviera levantada ahora que sabía que estaba enferma ayer.
—Mami...
—Buenos días...
—¿Cómo te sientes hoy? —Lanzó la enorme cuchara de madera que tenía en la mano al fregadero y corrió hacia el pasillo sosteniendo su brazo para apoyarla hacia la cocina.
—Buenos días Wei Wei... Me siento bien y saludable, no hay nada de qué preocuparse mi querida... Y tú, ¿qué tal tu noche? —¿Cómo no iba a notar lo sinceramente que se preocupaba y lo inquieta que estaba?
—¿Mi noche? Mami, no me preguntes, fue espantosa... ¿Por qué te movías sola? —Apoyándola, se dirigieron hacia la cocina.
—¿Espantosa? ¿Qué pasó? —Se detuvo antes de girarse y mirarla, no tenía ojeras. No parecía alguien que hubiera descansado poco.
—No pasó mucho Mami...