—No la echaré —afirmó Su Jiyai con calma—, su voz llevaba una certeza innegable.
En este mundo cruel y en decadencia, el poder de Huo Ning era un regalo. Con él, Su Jiyai podría cambiar el curso del hambre y la desesperación de la humanidad. Incluso si venía con un pequeño sacrificio—su suerte—valía la pena.
Después de todo, no temía lo que un poco de mala suerte pudiera traer. Tenía a Rui Wang a su lado. Ella era la que inclinaría la balanza a su favor.
Huo Ning, aún parada nerviosamente frente a ella, finalmente habló, su voz incierta —¿Jefe Su?
Su Jiyai salió de su breve ensoñación y respondió con un tono brillante y alegre:
—Felicidades, has despertado un superpoder basado en nutrientes. Con él, puedes cultivar plantas, verduras y hierbas. Es una habilidad que será invaluable para nuestra supervivencia.
Los ojos de Huo Ning brillaron con esas palabras. Pero luego, se atenuaron ligeramente.
—Estás mintiendo, ¿verdad? —Nunca he escuchado de tal superpoder.
