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—Su Yun estaba bajo el delgado y oxidado cobertizo, el sudor le chorreaba por su piel quemada por el sol mientras observaba las altas paredes metálicas azules de la base del Jefe Su.
Se alzaban frente a ella como una fortaleza impenetrable, brillando ominosamente bajo el abrasador sol.
El zumbido eléctrico que emanaba de las paredes le recordaba que aquel lugar era el santuario definitivo: un bastión de seguridad donde los zombis no eran más que una amenaza lejana.
Sus labios secos se agrietaban al anhelar el fresco interior del cual tanto había escuchado.
Decían que la base utilizaba tecnología avanzada para regular la temperatura, creando un oasis en medio de este yermo abrasador.
El calor aquí fuera era implacable, incluso a la sombra.
Cada oleada de aire abrasador se sentía como una bofetada, y su piel mostraba las marcas de una vida vivida bajo el duro sol: quemada, cruda y descascarillada.
Tragó fuerte, imaginando la variedad de comida en el interior.