Conducía a un antiguo corredor de mantenimiento que hacía tiempo había sido olvidado por los administradores de la base.
Deslizándose en el túnel, comenzó a arrastrarse a través de la oscuridad, su corazón latiendo con miedo.
La libertad estaba cerca, pero también lo estaban los peligros que la esperaban fuera de la seguridad de la base. Para Xi Ping, ya no había vuelta atrás.
...
Los hombres del séquito del vicepresidente estaban fuera de la puerta, la impaciencia empezaba a colarse en su comportamiento.
Habían estado esperando demasiado tiempo.
El trato había sido cerrado—no había razón para que esperaran más.
La chica, Xi Ping, ya debería haber sido entregada, pero los minutos se extendían en lo que parecía una eternidad.
Uno de los hombres, una figura alta con una sonrisa cruel que nunca parecía abandonar su rostro, miró su reloj por tercera vez. Su paciencia se estaba agotando.